Desde que mi hijo y yo sabemos que somos celíacos, y va ya para 8 años, hemos tenido la suerte de visitar varios países. Siempre dentro de Europa y también Nueva York.
Cuando sales de nuestras fronteras, te das aún más cuenta de que a la hora de comer, la cosa se complica un poquito.
Primero el idioma, que siempre puede liar un poco las cosas; pero luego, básicos como entrar en un supermercado y ver etiquetados claros y sin gluten, pueden convertirse en toda una odisea depende del lugar donde estés.
Y repito, hablo de Europa.