Siempre me ha gustado viajar.
Fueron mis padres quienes me metieron el gusanillo por ello.
Así que cada vez que he tenido ocasión, he hecho la maleta y me he lanzado a conocer el mundo sola, con amigas; con mi marido, con mis hijos.
Cuando la celiaquía llegó a nuestra vida, la metimos en la mochila como una compañera más de viaje.
Una compañera a veces latosa y pesada pero que nunca nos ha impedido conocer ningún lugar.
Felices viajes sin gluten.